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CAMINANTE NO HAY CAMINO…SE HACE CAMINO AL ANDAR

UNA ILUSION…UNA “ESPERANZA”, UNA IMPORTANTE REALIDAD.

Por: Manuel González Delgado.

En un articulo anterior, escribí de dos de los actuales cuatro mosqueteros de la ATA con la finalidad de ir de pocos reconociendo la importante labor de esta agrupación de toreros aficionados, que a mi entender marca una enorme diferencia.

En mi forma de ver las cosas, aunque se, que al final de cuentas es una unidad inseparable, sólo por fines de resaltar más todo lo que hacen y así, ampliar el universo del importante aporte a la fiesta en el Perú y no quede todo, en un sólo artículo, lo cual no me parecería justo de quienes hay mucho que decir y los aficionados valoren, -los que aún no la han hecho-, que el futuro de nuestra afición está en muy buenas manos,  de visionarios que no escatiman esfuerzos, incluso muchas veces mas allá de sus posibilidades. Es de suponer, que en otro artículo escribiré del que a mi juicio es el cuarto pilar bajo el criterio que expuesto líneas arriba.

Lo que en su momento comenzó como una ilusión, con el tiempo se convirtió en una fructífera realidad, que sólo una afición desbordante, de aquellas que casi nunca se ven, convirtió lo que bien pudo ser simplemente y como tantas, una casa de campo en las afueras de la saturada Lima, sin embargo, cuando el “gusanillo de la afición” se lleva en el alma, surge como un halo, un amor profundo y desinteresado a la fiesta de los toros, y sólo quienes han sido tocados por la túnica de San Pedro Regalado, Patrono de los Toreros, son capaces de proyectar su vida más allá de lo evidente, porque ven un futuro mejor que muchos ya casi ni vemos

A esta esta altura de lo escrito, quienes de verdad lo conocen sabrán que me refiero a don Tito Fernández, quien se ha puesto al hombro una carga muy pesada para darle vida nuevamente, como en su tiempo lo hicieron, otros aficionados prácticos visionarios que remodelaron Acho, que crearon la Feria del Señor de los Milagros y que formaron prestigiosas ganaderías entre otras cosas más que hasta ahora todos disfrutamos de alguna manera.

Así, en nuestros días, Tito Fernández entra al olimpo de aquellos escogidos nada mas y nada menos que llevando su ilusión a la realidad, construyendo una hermosa plaza de toros, acogedora, llena de detalles, donde se respira torería, sin mas arquitecto que su imaginación, esa que brota en cada respiración cuando se ve con orgullo que día tras día va tomando forma y a cada gran paso que daba, algún detalle más surgía pensando no en él, sino en la comodidad en todo el sentido de la palabra de una afición que llenaría los tendidos y que mejor que un bello coso para poder recuperarla, después de tantos años de hacer las cosas de una manera ordinaria que alejó al público de las graderías.

La historia es sugestiva. Todo comenzó con un redondel para darle rienda suelta al torero que como aficionado práctico lleva dentro. Tantas tardes de máxima expresión taurina entre amigos, hay que conseguir las vacas de tal o de cual tratante de ganado, que fueran vírgenes y apropiadas, aunque muchas tardes el fin no se lograba y lo que salía por la puerta de toriles era para hacer correr al mas pintado, pero hasta en esas circunstancias salía la vergüenza torera, esa mezcla de orgullo bien entendido que obligaba a quedarse quieto, aunque las piernas dijeran lo contrario, si eso no es afición de la buena, entonces la afición no existe.

Es así que con el paso del tiempo y tras una grave lesión al hombro tuvo que dejar los ruedos, no sin antes torear en Acho, con lo cual una parte importante de su ilusión torera ya estaba saldada.

Pero aquella lesión, lejos de apártalo de su afición, creció de manera exponencial y mirando el panorama de nuestra realidad taurina y a su manera, fue naciendo en lo más profundo de su corazón la bella y torerísima “Esperanza”.

Y hasta en eso, en ponerle el nombre, fue como la cereza del pastel porque simboliza la esperanza en futuro mejor para recobrar como ya dije, todo aquello que en el tiempo se estaba perdiendo.

En el pasado cercano, y a pesar de las dificultades obvias, siguió apostando y de la mejor manera, con carteles de postín, apoyando escuelas taurinas con los otros miembros de la ATA en provincias, prestando la plaza para tentaderos públicos y ofreciendo todo de sí, sin pedir nada a cambio, sino todo lo contrario, dando más y más.

Como entonces no reconocer a un taurino como Tito Fernández, que relativamente en corto tiempo le ha devuelto la vida a muchos aficionados que dejaron de ir a las plazas, porque ver toros en Lima, se limitaba a festejos de celebraciones populares del interior del país, lo cual no quiero decir que es malo ni mucho menos, pero son carentes de toda formalidad y que piensan, que porque el toro es grande ya lo son.

En su afán de ver la fiesta de una manera diferente también incursiono en provincias organizando corridas de calidad como nunca antes se hubiesen visto en esos pagos.

Por todo lo dicho, aunque podría decir mucho más, es que este artículo lleva el titulo de un gran poeta andaluz como don Antonio Machado, “Caminante no hay camino, se hace camino al andar” y lo que comenzó como una ilusión, una “Esperanza” hoy es fructífera realidad para las futuras generaciones de aficionados.

Quiero terminar este artículo con algunas palabras más, dichas con el cariño y el reconocimiento que le tengo, y de esta forma, espero que cobren su profundo y real significado: Gracias Tito por tu enorme afición, gracias por esa humildad que sólo tienen los grandes, gracias por ser taurino, gracias por devolvernos la afición que a veces hemos perdido, en resumen…gracias por todo.